viernes, 30 de mayo de 2008

Llegué ahí huyendo, luego huí de allí.

Creí haber decidido llegar a ese lugar, pero me equivoqué. Una cosa es huir y otra encaminarse. Cuando se huye, el punto de referencia que impulsa el movimiento está detrás, el lugar en las espaldas es lo determinante. Se puede huir pensando en llegar a un lugar, pero lo determinante no es el lugar al que se llega, sino abandonar el anterior. En cambio, cuando el impulso del movimiento está adelante, en la dirección en que se anda, entonces se encamina. Al huir estamos siempre mirando atrás, para asegurarnos que estamos lejos; cuando nos encaminamos nuestra atención es hacia al frente, lo que queda atrás no es más que el puerto del que partimos. El movimiento de huir busca alejarse, el encaminar busca acercarse. No decidí llegar, lo que decidí fue huir, el lugar fue un accidente.
Huir es muchas veces algo necesario, de ello pueden depender nuestras vidas. Todos hemos tenido huidas esenciales, esas que determinan lo que no somos ahora. A fin de cuentas, una huida es un acto de resistencia, se huye de una dominación. El problema de huir es que cuando estamos suficientemente lejos de lo anterior, nos detenemos y estamos solos y perdidos. Huir es un acto solitario. Temporalmente se puede huir con alguien de algo, pero tarde o temprano, cuando ya no hay razón para huir, cada uno deberá decidir: se estaciona o se encamina.
Estacionarse es quedarse en un lugar por la única razón de no querer moverse. El estacionamiento suele preceder la huida, por ello estacionarse luego de huir no es más que hundirse en una reproducción circular. El estacionamiento es un estado temporal, cualquier intento de petrificarlo es imposible.
A diferencia de la huida, encaminarse es una empresa conjunta. Ello no quiere decir que a nuestro lado siempre habrá alguien. El acompañamiento del encaminar es el impulso colectivo hacia delante. El lugar al que nos encaminamos no es claro ni fijo, es impulso hacia un horizonte.
Huir y encaminarse no son dos movimientos distintos, es el mismo movimiento pero con distinto carácter. En uno se niegan, inútilmente, el pasado y el futuro, busca estacionarse; en el otro el pasado alimenta el imperturbable movimiento hacia adelante. Por eso nada impide que el movimiento de huida se transforme en movimiento en-caminante.
Si alguien lee esto y le suena como apología del progreso, no era la intención. Creo que la idea del progreso es una apropiación indebida del impulso vital. Es el intento de petrificar una época mientras que se muestra como un avance, pero no hay tal avance.
Nunca había pensado esto. Ahora que lo pienso, me doy cuenta que he pasado huyendo , así que se mucho de huir, pero casi nada de encaminarme. De encamarme se un poco, pero eso es otra cosa.