Desde mi oficina, en un séptimo piso, escuché un golpe fuerte en la calle de al lado. Me asomé y vi que era un motociclista que cayó porque estaba lloviendo y la calle resbalosa. Inmediatamente después de ocurrido el hecho, observé a un muchacho joven que estaba en una soda diagonal al motociclista, salir sin pensarlo a auxiliar al caído, en medio de la calle y la lluvia. No se conocían y probablemente no se vuelvan a ver, pero en un instante en el que brotó la solidaridad, como brota esta lluvia extraña de hoy, protagonizaron un vínculo humano elemental, el auxilio. Estoy seguro que el motociclista prosiguió su viaje agradecido, y el muchacho se sintió orgulloso de su acción. Estoy seguro que en ambos hubo esperanza. Yo también la sentí.
jueves, 25 de febrero de 2010
Una mano en medio de la lluvia
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