miércoles, 27 de enero de 2010

Marionetas

Dentro de esta patética e insulsa campaña electoral, Tatiana Lobo da en el clavo: sociedad conservadora incapaz de romper con las tramas de dominación más arcaicas, las libidinales.

26 ene | tatiana lobo.
¿Laura Chinchilla, marioneta? Lo dicen para darle imagen de mujer-niña incapaz de pensar por su cuenta. Pero se trata de una mujer madura con un largo recorrido por los meandros de la política, una persona adulta y alfabetizada consciente de lo que hace y por qué lo hace. Tampoco se ha "vendido". No, no se ha vendido porque comparte con los grandes grupos económicos una misma ideología y el mismo respeto por la lógica del mercado: el saqueo a corto plazo.

Laura Chinchilla es miembro fiel de la comunidad empresarial, tan neoliberal como cualquier macho de la horda capitalista a la cual pertenece. Sabe muy bien lo que dice y hace y porqué y con qué fin. Es absolutamente responsable de sus palabras y de sus actos presentes y futuros. Y así habrá que cobrarle cuentas si nos llegara a gobernar. Porque no se gobierna con vagina o pene, se gobierna con o sin ética social.

Con su ropita clara de estilo casual, Laura tiene una contraparte muy ruda de pelo en pecho: Otto Guevara. Ahí donde ella promete cuidar a la gente vieja, él amenaza con volar vergazos. La pareja evoca a la madre protectora y al padre autoritario, figura recurrente en la familia tradicional costarricense. Se puede decir que de manera inconsciente la elección se decide entre mami o papi.

Con un poco de ironía podemos agregar que los grandes grupos económicos nos dan la oportunidad de elegir al que mejor se avenga con nuestros complejos edípicos. Pero para efectos prácticos son lo mismo: Laura/Otto son las dos caras de la misma medalla.

¿Propaganda subliminal? Puede ser porque los grandes grupos de poder, representados por la publicidad mediática, han sabido explotar astutamente la cultura virtual y su simbólica. Más nadie se llame a engaño. En estas elecciones de folletín y zarzuela, si existen marionetas hay que buscarlas en la masa de votantes; en este pueblo cuyo papel tradicional ha sido el de hijo menor de edad, temeroso y sumiso, de la sagrada familia política.