miércoles, 9 de julio de 2008

Oda a la televisión

¿Qué sería la vida sin el televisor? Qué insoportable sería la existencia sin nuestra dosis de entretenimiento. Pobres seres primitivos aquellos humanos que habitaron antes de la era televisiva, pobres miserables que tuvieron que realizar ese terrible y doloroso esfuerzo de imaginar desde sí. El aburrimiento sería inevitable en las reuniones de ex–compañeros si no tuviéramos a Hi-Man, Maguiver y Los Magníficos. Las parejas tendrían que conversar en los restaurantes en lugar de ver “Cualquier mierda por un sueño que a nadie le importa en realidad”. Qué harían los padres si no pudieran decir “mijito no joda vaya vea tele al cuarto”, se verían compelidos a la épica tarea de criar a sus hijos, jugar con ellos y llevarlos a pasear. Desconoceríamos el humanismo de Eli Stone, Grey’s Anatomy y Desperate Housewives, careceríamos de esos momentos mágicos de enternecimiento cuando se humedecen los ojos al escuchar a Edgar Silva narrar un sueño, estaríamos ayunos de la moral aleccionadora con que cierran los episodios. Sin ese simulacro de humanismo televisivo que transforma al Che, la Madre Teresa y cualquier testimonio de revolución en mercancía, tendríamos el atrevimiento de soñar nosotros, de vivir nuestros sueños, de revolucionar nuestra vida.
El desamparo se apoderaría de los trabajadores si el llegar a casa después de ∞ horas de trabajo no fuera precedido por el ritual televisivo de relajamiento, no podrían más que mirar a su pareja y hablarle, tendrían que conversar después del cansancio de la jornada, se abriría la terrible posibilidad de que aparezca la insatisfacción y frustración acumuladas, sembraría de dudas terroristas la cotidianidad, despertaría el profundo deseo de mandar todo para la mierda, el añoro inconfesable del plomo en la sien.
No habría forma de proteger a los niños del peligro que conlleva vivir, no podrían sortear los riesgos que esperan fuera de la puerta, la inquietud infantil los llevaría a aventurarse en la selva urticaria de la vecindad, se hablarían como iguales siendo tan diferentes, se juntarían papudos y pauperros, aprenderían a querer en la calle entre güilas mala-junta, no conocerían las románticas historias de Betty la Fea, Lety la Fea y Ugly Betty, tendrían que hacer la imposible apuesta del amor, comerían jocotes sin lavar, leerían subidos en un árbol, amenazarían la propiedad privada de los vecinos para llevarle una rosa a esa güila hedionda, y el hijo de los hippies del barrio les abriría las puertas de la drogadicción con un puro para que luego vengan a robarse las joyas de la abuela. Sin duda sería catastrófico, sin tele los niños no tendrían alternativa: o se hacen delincuentes o los mata un delincuente.
Gracias al altísimo, la televisión nos previene de la herejía de leer y conocer nuestro pasado, pues así nos libramos de recordar esa oscura época pre-televisiva.

3 comentarios:

Chio dijo...

y lo peor de todo es que nada más hay que ver 10 min de tele para darse cuenta de que el entretenimiento del que se habla es un mito, o quizá demasiada mala suerte!
Cómo va la cosa en Nicaragua malportados?

Anónimo dijo...

Me parece un poco fuerte tu descripcion, no que no sea cierta en muchos sentidos, la tele en efecto estupidiza a muchisima gente alrededor del mundo, a otros le provee un escape alternativo a las drogas y el alcohol cuando quiere descansar la mente del trabajo, ademas creo que la evolucion de la television asi como de los medios masivos de comunicacion nos dio la internet, herrramienta que no solo utilizamos a dia a dia para informacion y comunicacion si no que, ironicamente la utilizas vos para hablar de la television y sus males usos, la verdad es que a mi parecer no toda la tele es mala, 75 % de los programas son malos, pero muchos canalaes informativos como Discovery y demas me parecen buenos, lo malo si duda alguna es la addiccion a esa caja de luz y la estupidizacion de ver progrmas sin contenido repetitivamente. Pero que tambien puede ser una herramienta y de que se puede utilizar para mejorar la calidad de vida asi como difundir informacion y conocimiento tambien lo creo. Lastima que como consumidores la gente lo que quiera en mucos sentidos es eso, programitas libres de grasa, risas faciles y un final feliz, lo que sea que los ajele de la realidad...

Agustín Gutiérrez Carro dijo...

El post está cargado del encono de alguien que se sabe adicto a la televisión, que no puede prender el aparato y apagarlo cuando quiere.
No es una análisis rigoroso del fenómeno televisivo. Es un testimonio desde mi experiencia, del tiempo perdido, del poder desmedido que ha tenido sobre mí desde que era muy niño.
Claro que la televisión puede ser buena, pero no lo es, no lo ha sido para mí, y no lo es para las situaciones que describo.
Todo lo que pasa en la tele es simulacro, no hay una verdadera huida, se sigue en el mismo lugar, pero se siente lejos de su situación. Es completamente paralizante.