lunes, 1 de diciembre de 2008

Una larga marcha a través de la noche

"Alrededor de la angosta balsa iluminada por la luz vacilante de la solidaridad humana, vemos el oscuro océano cuyas olas agitadas nos elevan y mantienen en alto un momento; de la gran noche exterior, una ráfaga fría viene a dar contra nuestro refugio; toda la soledad de la humanidad en medio de fuerzas hostiles se concentra en el alma individual, que tiene que luchar sola, con todo el peso de un universo que no se preocupa en lo más mínimo de sus esperanzas y temores…

Aceptar en el más íntimo sagrario del alma las fuerzas irresistibles de las cuales parecemos ser juguete – la muerte y el cambio, lo irrevocable del pasado y la impotencia del hombre ante la ciega violencia con que el universo se precipita de vanidad en vanidad –, sentir esas cosas y conocerlas, es conquistarlas…

La vida del hombre es una larga marcha a través de la noche, rodeado de enemigos invisibles, torturado por el cansancio del dolor, hacia una meta que pocos pueden esperar alcanzar, y donde nadie puede detenerse por mucho tiempo. Uno tras otro, a medida que avanzan, nuestros camaradas se alejan de nuestra vista, atrapados por las órdenes silenciosas de la muerte omnipotente. Muy breve es el lapso durante el cual podemos ayudarlos, en que se decide su felicidad o su miseria. ¡Ojala nos corresponda derramar luz solar en su senda, iluminar sus penas con el bálsamo de la simpatía, darles la pura alegría de un afecto que nunca se cansa, fortalecer el ánimo desfalleciente, inspirarles fe en horas de esperanza! No aquilatemos en escalas rencorosas sus méritos y deméritos, antes bien, pensemos sólo en su necesidad: en las penas, dificultades, quizás ceguera, que hacen desdichadas sus vidas; recordemos que son compañeros de sufrimiento de la misma tragedia que nosotros. Y así, cuando su día haya fenecido, cuando su bien y su mal se hayan eternizado en la inmortalidad del pasado, ¡ojala sintamos que si sufrieron, si fracasaron, no se debió a ninguna fechoría nuestra, antes bien, que toda vez que una chispa del fuego divino ardió en sus corazones, nosotros los acompañamos con nuestro aliento, con nuestra simpatía, con palabras honradas en las que alentaba un elevado coraje!"

Bertrand Russell. Misticismo y Lógica y otros ensayos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Oh Russellito, que es tan bonito!

Es difícil quitarse la imagen creada por Wittgenstein de que los libros de ética (del matrimonio y otros monstruos) y de las demás temáticas fuera de la lógica de Russell no eran más que libros baraticos...

Agustín Gutiérrez Carro dijo...

Puede tener razón Wittgenstein, no lo sé, igual me parece una cita hermosa.
Lo que pasa es que tenés que dejarte querer. jeje

Anónimo dijo...

Jajajajaja...

¿Vas a seguirshh insisiendo...?

Anónimo dijo...

Deje de pedirla, Agustin

Agustín Gutiérrez Carro dijo...

Cierto, mejor rogado que sobrado, o algo así. jaja