martes, 27 de abril de 2010

Nadie ha visto llover hasta que ve llover en el trópico

27 grados marca el reloj que nunca logra despertarme. Temperatura hasta hace poco inusual en el lugar en que vivo. Dentro de la casa la situación es insoportable. La mezcla de sudor y humedad convierte mi piel en un producto autoadhesivo. No puedo pensar, intento dormir, no puedo dormir. Es un calor ineludible.

En una reacción involuntaria, salgo de al patio y me coloco bajo un árbol. La situación sigue siendo insoportable. Pero el cielo encapotado es una buena noticia: va a llover y será un aguacero.

Regreso, preparo café y me acuesto con un libro que ya leí. Releo un par de frases que me habían gustado (una no sé por qué, seguro hacía calor ese día). Empieza a correr una brisa suave de lluvia en otra parte. El canto de los pájaros se vuelve frenético, al tiempo que gris y azul se baten en el cielo. Falta poco.

Irrumpen los primero truenos, caen las primeras gotas. Se cuela el olor a tierra seca mojada. En unos minutos todo está empapado. Cientos de truenos de diferentes tonos e intensidades acompañan una lluvia lechosa, densa y constante. El perro tiembla bajo la cama.

Un rato después, cuando parece que va a cesar, cae un trueno más violento que todos los anteriores. Lloverá por horas. Como todos los años, declives y canoas serán insuficientes.

Hoy empezó la época lluviosa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nadie extraña más la lluvia que los que viven en el trópico. Hace 28 días que no veo caer ni una gota de agua y siento que con la tierra me seco yo.

Tartaruga dijo...

está hermoso el texto. muy tuanis.

Agustín Gutiérrez Carro dijo...

Gracias Tarta. Mientras lo escribía se inundó mi casa, jajaja. Aun así, disfruté la lluvia.
Saludos